"Había empezado a leer la novela unos días antes."
A partir de este sugerente arranque, escribe tu propio relato (¡breve, por favor!). No dejes de leer los que vayan publicando tus compañeros. ¡Verás cómo te llevas más de una sorpresa!
Por cierto, la frase propuesta como encabezamiento pertenece a Continuidad en los parques, uno de los relatos más famosos de Julio Cortázar. Si quires saber cómo sigue, entra aquí.
Por otro lado, ya podéis volcar vuestros relatos humorísticos. ¿A qué hacer sonreír al lector no resulta tan fácil como parece? Álvaro nos demuestra justamente lo contrario, y de qué manera...
dimarts, 23 d’octubre del 2007
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SUEÑO O REALIDAD
Había empezado a leer la novela unos días antes y la había dejado un poco abandonada. Dicen que los peores capítulos son los primeros, pero lo peor estaba por llegar. Se avecinaba una tarde tranquila y decidí darle una segunda oportunidad a aquella historia de la cual desconocía hasta el nombre de su autor.
Me tumbé en el sofá y me tapé con una mantita ya que, aunque acababa de llegar el otoño, el frío se había adelantado a su estación, entonces, empecé a leer.
Se acercaba el otoño y con él el mal tiempo. No había sido un verano muy caluroso y todo hacía pensar que el cambio climático había empezado a desajustar las estaciones. Rebeca, una joven de 18 años tenía la intención de pasar la tarde de aquel sábado con unos amigos. Ahora anochecía pronto y Rebeca no quiso salir muy tarde de casa. Cogió un paraguas y se encaminó hacia la casa de uno de sus mejores amigos, Pablo. Eran amigos desde pequeños y no querían perder aquella relación. Debía pasar por alguna calle por la que no vivían precisamente los más adinerados del barrio y por eso prefería salir pronto de casa. Al llegar a la primera calle conflictiva, un aire gélido le heló los pies y las manos, se paró un momento y miró a su alrededor sin encontrar nada sospechoso. Siguió adelante, esta vez con un poco más de prisa. Sentía pasos a su espalda, pero pensó que era algo inútil, ya que, al fin y al cabo era cierto que había más gente caminando por allí.
La joven salió de aquella calle con las pulsaciones un tanto aceleradas. Ahora ya no había mucha gente por la calle y esto no la tranquilizó. Siguió caminando y escuchó un ruido extraño, como si dos objetos se rayaran uno a otro. Era un ruido molesto que le provocó un escalofrío, entonces sintió como todo el bello de su cuerpo se erizaba, sintiendo incluso, un punto de dolor. El corazón latía fuerte y el pecho no lo iba a poder aguantar. Luego, otra vez los pasos, pero la aparición de una familia paseando hizo desvanecer cualquier indicio de persecución. El compás de los pasos había desparecido y con él, el miedo. Rebeca pensó que todo era algo psicológico, que las historias que explicaba a sus hermanos pequeños al acercarse la famosa noche de los muertos habían sido demasiado creíbles y ahora pagaría por ello.
Al fin llegó al piso de Pablo, llamó al timbre y su amigo le contestó des de el otro lado. Al abrir la puerta de la portería se creó una pequeña corriente de aire frío, que como la anterior, dejo helado hasta el último pensamiento de Rebeca. Entró en el rellano y creyó estar ya a salvo. Al llegar a casa de su amigo, le esperaban algunos jóvenes más, que nada más verla se dieron cuenta que la expresión de su cara no era de felicidad. Rebeca no quiso darle importancia al asunto pero la persistencia de sus amigos hizo que acabara explicando lo sucedido. Los amigos no estaban muy contentos, pero para quitarle importancia a la situación, cerraron la conversación con la idea de que todo había sido una broma pesada. Durante el resto de la tarde, Rebeca, Pablo y los demás estuvieron hablando de sus cosas y riendo sobre algunas de éstas mientras comían comida poco sana.
A la hora de marcharse, a Rebeca le volvió a entrar el miedo. Pablo, con el que tenía mucha confianza, comprendió la situación de su amiga y le ofreció quedarse la noche con él.
A la mañana siguiente, y después de hablarlo un rato, Rebeca decidió volver sola a casa ya que le daba vergüenza pensar que aquella historia absurda la había asustado, sin embargo, ella no sabía que había tomado una de sus peores decisiones… El tiempo no era muy favorable y se avecinaba lluvia. Salió caminando decidida a llegar a casa y cuando llegó al principio de aquella calle
tenebrosa, cerró los ojos para ver si aquel ruido que había escuchado la tarde anterior todavía persistía, se concentró pero nada, todo estaba tranquilo. Se concienció que el miedo que la poseía era propio de criaturas y siguió caminando por aquel callejón. Como en las típicas películas americanas, el cielo se empezó a cerrar y con ésto el día se oscureció. La chica volvía a sentir aquella sensación de miedo por la que todos hemos pasado alguna vez. Aceleró el paso pero algo le impidió seguir avanzando, una mano la había cogido por el hombro y entonces gritó, gritó tan fuerte que se sorprendió ella misma. Inmediatamente detrás de su grito una voz grave gritó también. Rebeca se giró asustada dispuesta a defenderse a capa y espada. El hombre que tenía detrás de ella parecía normal y algo asustado, entonces y después de que éste se disculpase, Rebeca se dio cuenta que no le quería hacer daño, sino que lo único que quería de ella era la hora. La joven sintió como una ola de calor se acercaba a su cara y en consecuencia, el sonrojo de sus mejillas.
Siguió adelante y, poco después algo la paralizó, esta vez no era una mano, era aquel ruido extraño que le producía escalofríos. Frenó en seco y miró a su alrededor, no veía nada pero sentía aquel rascar de metales cada vez más cerca. Empezó a girar sobre si misma sin encontrar el origen de sonido tétrico que le erizaba hasta el último pelo. Intento buscar a aquel hombre que la sonrojó pero ya se había marchado, y entonces lo vio: el hombre corría hacia ella y ella intentó acercarse a aquel chico que ahora se compadecía de Rebeca y venía en su ayuda. La joven corrió como nunca lo había hecho, y al acercarse a él, algo brilló. Cunado lo tuvo cerca se dio cuenta de que las sombras le habían jugado una mala pasada: él no era con quien quería encontrarse, éste olía mal y tenía cicatrices en la cara, pero ya era demasiado tarde… El individuo la cogió del cuello y la arrastró al interior de un recinto que comunicaba con aquella calle. Mientras se la llevaba, el indigente pronunciaba unas palabras que Rebeca no quiso entender. Entraron dentro de lo que parecía ser una habitación. Las paredes eran negras y los escasos rayos de luz entre las sombras hacían de aquella una situación parecida a las de las escenas de alguna película de terror. El hombre ató a la chica a una silla y ésta presentía que se avecinaba lo peor.
Entonces cerré el libro, algo había hecho que lo hiciera y no era solo la situación el la que se encontraba la protagonista de la novela. Aquella corriente fría la había sentido yo también. Un frío interno recorría mi cuerpo sin que yo lo pudiera controlar, entonces salió el instinto protector y, como hacemos todos, tapé hasta el último milímetro de mi cuerpo con la mantita. Para sentirme más segura decidí acurrucarme y hacerme lo más pequeña posible para que ese alguien imaginario no me encontrara si me buscaba. Necesitaba seguir leyendo aquel libro, quería saber que le pasaba a aquella joven. Levanté un poco la manta y con el más pequeño de los rayos de luz intenté descifrar las letras. No veía mucho, pero no quería destaparme más.
Rebeca se puso a llorar pero sabía que así no conseguiría salvarse. Cuando estaba pensando un plan, volvió a escuchar aquel ruido que tanto temía. Lo tenía encima, resonaba en su cabeza y supo de donde provenía. Miró fijamente a aquel desgraciado que la había engañado y en su boca resplandecía algo al cruzarse con los escasos rayos de luz: sus dientes eran de oro y de plata, los pocos que tenía, y al hacerlos chocar fabricaban aquel ruido roto y molesto. Ya tenía un plan: había conseguido soltarse las manos y estaba decidida. Estaba a punto de sorprender a su agresor cuando éste se giró y…
No podía seguir leyendo. Otra vez el frío. Me daba vergüenza de mí misma y al asomar la cabeza vi aquellos dientes brillantes en mi salón. No me atrevía a respirar y escuché un ruido. Me pareció que era el mismo que se describía en el relato e intenté desparecer. Me concentré tanto que hasta me sentía fatigada.
Sabía que el tele transporte no existía, al igual que aquel hombre, pero ahora creía en estas dos cosas. Ya no me importaba aquella joven de la novela.
Horas después mis padres llegaron a casa y me encontraron escondida tras aquella pequeña manta que me había hecho invisible, porque seguía allí, viva.
Nunca llegué a saber si aquello me había pasado de verdad o me había quedado dormida cuando empecé a leer, lo cierto es que después de aquello escondí el libro y no me atreví a seguir leyendo.
M. Cuartero Guerrero 1º Bach. B
LOS HUMANOS: UNA CIVILIZACIÓN “INTELIGENTE”
Cuentan que pasó una vez en un país remoto de un planeta desconocido de no se sabe qué galaxia. En este lugar se creó una civilización de algo parecido a lo que hoy llamamos humanos. En esta sociedad tenían constancia de que una raza, la de los humanos, había existido antes que ellos. Los seres que allí habitaban conocían muchos detalles de la era homo sapiens sapiens. Cada uno de los que conformaban aquella sociedad dedicaba su vida intelectual a estudiar la raza que los había precedido.
Una vez, uno de los investigadores de aquel planeta descubrió un tesoro que terminaría con la extinción del culto a los humanos. Rímor, que así se llamaba el hombre, encontró lo que parecía una caja llena de objetos redondos y con un con hueco concéntrico de menor diámetro. Después de muchos años de investigaciones había aprendido que aquello era un disco compacto que contenía información en su interior. Para sorpresa de muchos, lo que almacenaba no eran datos como en todos los anteriores, allí había imágenes. Por precaución, decidieron que nadie podría ver la exclusiva de aquellos videos si no había un miembro del Comité Investigador del Homo Sapiens Sapiens presente.
El descubrimiento de estos discos causó gran revuelo entre la sociedad. Un grupo numeroso de científicos, historiadores y miembros del gobierno se reunieron para ver los primeros testimonios reales de la última civilización “inteligente” que conocían.
El disco empezó a rodar y las imágenes se proyectaron en la pantalla. Con una musiquilla de fondo introducía lo que parecía un telenoticias. La primera noticia explicaba las numerosas ventas ilegales de drogas y de alcohol a menores en las discotecas. En la siguiente imagen se veía un gran charco de sangre donde anteriormente había estado el cadáver de una mujer asesinada por su marido, con el que había tenido dos hijos. El siguiente titular informaba de una manifestación ilegal de racistas que llevaban pancartas con fotos de seres de raza negra tachados y que caminaban bajo el lema: «Iros ya de aquí, que nos infectáis». La cuarta noticia mostraba la interminable invasión de Estados Unidos en Irak. Después de algunos reportajes más, otra musiquilla cerraba el noticiario.
Cuando todos los presentes terminaron de ver las imágenes quedaron extrañamente sorprendidos, ya que acababan de descubrir en muy poco tiempo muchas más cosas de las que habían descubierto hasta entonces. Unas semanas después, convocaron una rueda de prensa para dar a conocer al mundo las conclusiones a las que habían llegado. Rímor, como descubridor, hizo el papel de portavoz y dijo así: « Para empezar, los humanos eran muy serios ya que al nacer no estaban capacitados para divertirse, sino que adquirían la diversión en edad adulta y en consecuencia, los jóvenes que querían disfrutar necesitaban una sustancia líquida llamada alcohol y otras sólidas llamadas drogas. Con estos alimentos podían divertirse, pero las autoridades parece que hacían lo posible por impedirlo. A continuación, hemos observado que las mujeres tenían mucha fe, ya que en algunos matrimonios los hombres se las ofrecían en sacrificio a los dioses, suponemos que para dar una vida próspera a sus hijos. En el siguiente punto quiero destacar la reacción orgánica de los humanos hacia las enfermedades: los homo sapiens se ponían de color negro cuando contraían una enfermedad grave y los demás ciudadanos los querían expulsar del país, pero las leyes tampoco lo autorizaban. Por último, se trataba de un pueblo de seres sanos que intentaba limpiar a los que empezaban a enfermar, que eran de un color negro muy poco intenso, para salvar a los sanos. Parece que los primeros buscaban también unas armas que estaban muy escondidas y que eran el foco de las enfermedades porque allí los niños ya nacían enfermando. La misión que este país realizaba parece que no gustaba mucho al resto del planeta. En conclusión, creemos que no debemos difundir las imágenes ya que podrían confundir a nuestro pueblo y llevarlo a una situación de desconcierto como la de nuestros antepasados. Gracias.»
M. Cuartero Guerrero 1º Bach. B
ÉRASE UNA VEZ...
Érase una vez un viernes noche de fiesta y érase una vez un polígono no muy muy lejano llamado Can Ribó. En este lugar se celebraban las más grandiosas reuniones donde princesas enseñando el tanga se acercaban a lobos feroces dispuestos a competir por quién sacaría más veces a pasear su pulgarcito.
Aquella misma noche, en un bosque encantado con espesa niebla y música alarmante, las perversas brujas se convirtieron en hadas madrinas gracias a unos polvos mágicos “L’Oreal; porque ellas lo valen”.
Simultáneamente, unos imponentes ogros negros custodiaban la entrada de “la Carpa” de Caperucita Roja dispuestos a parar los pies a todo aquel que no tuviera el carné de brujo en regla, o si simplemente no les gustaba la marca de tu capa invisible.
Más tarde, en la casa de chocolate “Dadá” (marca registrada), Hansel discutía con Gretel en una esquina porque le había salido en la cabeza dos bultos puntiagudos. Mientras, los tres cerditos lloraban por otro lado ya que las ninfas del lugar no les prestaban el menor caso.
En ese mundo, las manzanas envenenadas poseían forma de vaso de tubo y las consecuencias por ingerir más de la cuenta eras nefastas; y más cuando a media noche los teléfonos móviles sonaban sin parar recibiendo doce mensajes, a modo de campanadas, de padres y madrastras preocupados.
A partir de aquí, todo comenzaba a ser menos colorín y bastante más colorado. Ya nadie quería comer perdices <<¿Sabes lo que engordan?>>, tenían que estrenar el traje nuevo de Dolce Gabbana, porque si no aprovechaban ahora, llegaría el lunes, ese malvado enemigo que les haría volver al castillo en ruinas donde esperaban unos dragones, conocidos como “Profe” y “Seño”, dispuestos a lanzar fuego por no haber hecho los deberes.
Por suerte, algunos veían el mundo de otra manera y preferían no formar parte de esas historias interminables, porque su lema era:
“Colorín Colorado, en ese cuento no he participado”.
Álvaro Blesa Peinado 1ºBach.B
Había empezado a leer la novela unos días antes. Sabía que no iba a acabar a tiempo, pero aún así, seguía leyendo sin parar ni siquiera para comer. Si hubiese sabido lo que iba a suceder al día siguiente, no habría malgastado su tiempo en leer la novela.
Como todos los días, llegaba al instituto después de haberse dormido en el metro. Tal vez fue por eso por lo que no se percató de que no había nadie a su alrededor hasta que entró en el instituto y entonces, sí, observó que estaba todo completamente desértico. Confuso, se dirigió hacia el patio, pero desgraciadamente tampoco había nadie. Recorrió todo el barrio invadido por el terror en busca de una señal de vida. Posteriormente se sentó en un banco totalmente exhausto para tratar de poner sentido a la situación en la que se encontraba. Después de mucho meditar, llegó a la absurda conclusión de que todas las personas habían desaparecido. Lo único que no le quedaba claro era por qué estaba allí solo y no se había evaporado con ellos. Continuó pensando durante horas hasta que decidió que lo que le había pasado era un regalo y empezó a llevar a cabo todo lo que había deseado tanto, como entrar en una tienda de golosinas y empezar a comer como un desesperado y cosas de ese estilo. Tuvieron que pasar varias horas para que entendiera que todas esas cosas no se podían disfrutar si no las compartía con alguien, así que triste y abatido se acostó en el primer lugar que vio pensando en lo desgraciado que era.
A la mañana siguiente, al despertar se encontró con su madre que le advertía
que si se demoraba llegaría tarde al instituto. Él, confuso, se levantó y observó que llevaba la misma ropa que la del día anterior, es decir, del día que estaba solo. Tras percatarse de esto, pensó que lo que estaba sucediendo era imposible que ocurriese y, para convencerse, siguió viviendo como si aquel día no hubiese existido jamás.
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